Por Darwin Yaney Mendoza
(Fragmento de mi artículo “Cine Hondureño, Consciencia de un Caminar” 25 pags, publicado en Revista “Arte y Cultura” Centro de Arte y Cultura UNAH, Vol II N. 1 Enero – Junio 2015)
Calles de Tegucigalpa

Ángel comienza el día en su vida cotidiana donde, a su corta edad, tiene que ayudar a su madre y a su pequeño hermanito trabajando como lustrabotas en las calles de la ciudad. La relación de Ángel con las calles de esa ciudad, es el marco perfecto para que el cineasta Sami Kafati nos plantee aspectos clave de la realidad urbana hondureña contemporánea: la marginación, la amistad, la violencia, el alcoholismo, la religión y hasta la muerte. “Mi amigo Ángel” 1962, este mediometraje (considerado la primer película de ficción de la cinematografía hondureña) deja puntos concisos e importantes a resaltar:
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La esencia del cine hondureño en estado puro se encuentra ya en ésta piedra angular de nuestra cinematografía.
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Un gran trabajo estético, técnico y conceptual envuelve nuestra producción pionera, el listón esta puesto bien alto para que a través de la exigencia y disciplina, el cine de Honduras se convierta en un gran protagonista en el panorama mundial.
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Aún sin experiencia académica en la materia, o experiencia en el medio técnico de cine, pero si con una visión fílmica clara e innata, Sami logra, una pieza que no solo responde perfectamente a los códigos y postulados del cine argumental internacional de su momento, sino que es coherente con su tiempo y, más importante, con su contexto.
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El análisis de secuencias particulares del filme, denota una gran sensibilidad por parte de Sami para respetar el lenguaje cultivado por los años en la evolución de cine en general, una maestría comunicativa efectiva a prueba del tiempo y una libertad creativa a la que está obligado cada creador después de dominar la técnica cinematográfica.